Más de ocho millones de personas se sentaron el día de
Nochebuena ante el televisor para atender las palabras que el Rey
dirige tradicionalmente a la nación, lo que pone de relieve que el
mensaje real tiene un enorme tirón popular e interesa mucho al
pueblo lo que pueda decirnos.
Y, como es habitual en él, la prudencia y el sentido común
fueron los grandes ejes sobre los que estructuró su discurso. El
Monarca desgranó los rasgos más significativos del año que termina
y planteó algunos de los retos del que comenzará en breve. Como era
de esperar, el primer recuerdo fue para las víctimas del
terrorismo, en especial las de la masacre del 11 de marzo. Aunque,
sin duda, el punto más caliente del mensaje fue la reiterada
alusión a la unidad de España y a la Constitución como marco idóneo
para el desarrollo del país, lo que levantó críticas por parte del
PNV y de ERC y fue aplaudido por el resto de las fuerzas
políticas.
Con ello, el Rey, sin duda, expresó en voz alta el sentimiento
de muchos millones de ciudadanos. Además, tampoco puede olvidarse
que la Corona es la institución y el símbolo que mejor aglutina a
todos los territorios del Estado. Por tanto, no puede esperarse del
Rey que abandere otra aspiración que la de un país unido, aunque
plural y diverso y, desde luego, solidario entre sus distintas
autonomías. Es hoy por hoy la idea de España que garantiza nuestra
Constitución y, aunque no hay que estar cerrados a posibles
modificaciones de la misma, tampoco pueden enarbolarse banderas de
independentismo o de resquebrajamiento sin medir las consecuencias
que de ello puedan derivarse.
Don Juan Carlos, además, subrayó la firme necesidad de buscar de
forma permanente el consenso entre todos los españoles, algo que
dio muy buenos resultados en la Transición y que es deseable
siempre que se quiera afrontar un cambio sustancial del marco de
convivencia de todos los ciudadanos de España.
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