En este mundo globalizado y veloz en el que vivimos, no hay
sitio para la autarquía y el aislamiento, porque cada paso que
damos repercute aquí y allá, como una pequeña piedra lanzada al
agua y, a la vez, cada gesto realizado lejos nos alcanza de alguna
manera. Por eso resulta feo y erróneo el plantón que José Luis
Rodríguez Zapatero dio a su homólogo polaco, Marek Belka,
justificando la ausencia a la cumbre bilateral prevista con una
ridícula excusa: el presidente español está cansado.
Cansados estamos todos, y mucho, pero seguimos trabajando y
cumpliendo con nuestras obligaciones. Algo que quizá Zapatero no
tenía previsto, que ser presidente exige un enorme esfuerzo y que
las jornadas maratonianas no acaban cuando termina la campaña
electoral.
Por eso el gesto ha sido feo y de mala educación. Pero también
ha sido un error. Y de los gordos. Porque Polonia es un país
similar al nuestro, acaba de entrar en la Unión Europea y se
perfila como uno de los principales destinatarios de las ayudas
económicas que Bruselas concedía hasta ahora a España.
Y de eso precisamente se habla en la capital europea. De un
nuevo reparto de dinero en el que nuestro país -nuestra
agricultura, especialmente- se juega muchísimo. De ahí la
importancia de negociar previamente con Polonia esta cuestión, si
no quiere Zapatero volver a casa con un fracaso debajo del
brazo.
Los asuntos domésticos son importantísimos, por supuesto, pero
un gran Gobierno se caracteriza por su capacidad para mantener bajo
control todos los asuntos que interesan a sus ciudadanos, tanto
dentro como fuera de sus fronteras. Esperemos que el buen hacer
diplomático de los españoles consiga ahora en Bruselas lo que dejó
escapar en Varsovia.
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