Muchas veces hemos visto en televisión imágenes lamentables
captadas en parlamentos de países como Italia o Corea, donde los
diputados arreglan sus diferencias a golpe de puñetazo. Todavía no
hemos llegado a esos extremos, pero parece que, los últimos
episodios parlamentarios en España, con la espantada del Partido
Popular incluida, han convertido el hemiciclo en una suerte de
escenario de combate donde airear insultos, amenazas y salidas de
tono.
El jueves, el grupo parlamentario popular optó por abandonar en
pleno la sala cuando se iba a votar la urgencia de la polémica
reforma del poder judicial. Una espantada fuera de lugar. Aunque
tampoco se salva el PSOE, partido ahora en el Gobierno, que había
perdido la primera votación parlamentaria de esta misma ley por la
ausencia de algunos de sus diputados.
Ahora la situación es tan rara que los populares pretenden
reprobar al presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín,
en una maniobra que algunos quieren ver como un intento de
erosionar al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para forzar,
a medio plazo, un adelanto electoral.
Todo ello, de ser cierto, sería cuando menos, peligroso. Porque
la presente legislatura tiene ante sí unos cuantos retos que
requieren no sólo la colaboración, sino el consenso de las fuerzas
políticas mayoritarias. La reforma judicial era uno de ellos, pero
hay otros y la actitud de las principales fuerzas políticas
parlamentarias no favorece precisamente el desarrollo óptimo de
algunas de las reformas que José Luis Rodríguez Zapatero quiere
acometer próximamente.
Sería, pues, preciso reconducir la situación y abandonar este
escenario crispado para poder afrontar los problemas que acucian a
los ciudadanos alejándose de luchas partidistas.
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