Por primera vez en la historia de nuestro país, un ex presidente
del Gobierno ha comparecido ante una comisión de investigación
parlamentaria para dar su versión y su visión sobre uno de los
acontecimientos más trágicos vividos en los últimos años: los
atentados del 11 de marzo pasado. José María Aznar era en aquellos
momentos presidente de la nación y, por tanto, tenía que dar cuenta
de su actuación como responsable político en una situación en la
que fallaron demasiadas cosas. Lo cierto es que, tal y como ya
aconteció en aquellos días, la sociedad española sigue dividida y
su opinión sobre aquellos acontecimientos es una u otra en función
de sus simpatías políticas. Para los conservadores, aquellos hechos
fueron los que provocaron el relevo atípico y forzado en el
Gobierno, mientras que para las gentes de izquierdas Aznar ocultó
entonces información y está ahora resentido porque su partido
perdió los comicios del 14 de marzo.
Ayer, Aznar, alejado ya de los cargos políticos y suave en las
formas durante casi todo el tiempo que duró su comparecencia, se
mantuvo firme en sus convicciones y respondió sin complejos a todas
las cuestiones que le fueron planteando los diferentes portavoces
parlamentarios. En cuanto a la valoración de su comparecencia, como
es lógico, es muy diversa. Algunos sostienen que fue valiente y
puso las cosas en su sitio, otros sostienen que no aportó nada
nuevo y que sigue empecinado en no querer reconocer la derrota
electoral y en las conexiones entre el terrorismo islamista y el
etarra. En cualquier caso, José María Aznar no se amedrentó y atacó
a sus adversarios políticos siempre que la situación de su
comparecencia así se lo permitió. Del mismo modo que los portavoces
parlamentarios tampoco restaron ataques al ex presidente y a su
gestión en aquellos trágicos días. Es innegable que aquellos
dramáticos sucesos marcaron un antes y un después en la historia
del país y es sumamente importante que, ante los representantes del
pueblo, den explicaciones quienes tuvieron entonces
responsabilidades de gobierno y quienes las tienen ahora. Lo
contrario sería ir en contra de los principios mismos de la
democracia.
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