Nuestro gozo en un pozo. Parece que en Madrid no acaban de entender la peculiar situación que vivimos los habitantes de estas Islas o es que, sencillamente, no están por la labor de dar respaldo a una petición que viene desde un partido político rival. Ocurre que la exigencia balear de que los descuentos aéreos para los residentes aumenten hasta el 50 por ciento del precio del billete ha sufrido un viaje de ida y vuelta. El Ministerio de Fomento acaba de plantear que sea el propio Govern balear quien financie el aumento del descuento -hay acuerdo para que se haga de forma gradual- si lo quiere de inmediato, porque teme que precios más bajos harán incrementar la demanda. Un planteamiento que resultaría lógico si la Comunitat balear contase con un concierto económico similar al que disfruta el País Vasco. Pero no así. Dependemos completamente del Gobierno central para este tipo de aspiraciones.

El jueves no ocurrió solamente eso; Fomento reconoció que se incumple la declaración de servicio público en los vuelos interislas y tuvo la desfachatez de pedir «flexibilidad», cuando su actitud ha sido de total cerrazón -lo mismo para la idea de rebajar el techo de los precios de vuelos entre islas- a cualquier petición del Govern balear.

Por desgracia estamos donde estábamos. Es decir, en la completa incomunicación entre Ejecutivos. Lo que padezcamos los ciudadanos les importa poco: mandan los votos y las estrategias políticas. Desde Madrid se aduce falta de partidas presupuestarias, como siempre, y que se trata de líneas deficitarias.

Pues de eso se trata, señores, de que la Administración pública subvencione lo que no es rentable -educación, sanidad, servicios sociales, transporte...-, porque para el negocio ya están las empresas privadas.