Es uno de los iconos de nuestro tiempo más reconocidos en el mundo entero y él lo sabe. De ahí que haya dado siempre mucha importancia tanto a su imagen como a su discurso. Su inseparable «kufiya» y su guerrera verde (al más puro estilo Fidel Castro o Che Guevara) llena de condecoraciones lo convierten en un símbolo, igual que aquellas palabras que pronunció hace treinta años ya, en la ONU: «Traigo una rama de olivo en una mano y un fusil en la otra; no permitáis que deje caer el olivo». Ahora, cuando su estrella se apaga, Yaser Arafat se nos aparece con una imagen casi bíblica, la del patriarca que nunca ha abandonado a sus hijos y que ha dado la vida por una causa noble (incluso ostenta el Nobel de la Paz): la creación de un Estado independiente para su pueblo, los palestinos.
Editorial
Arafat, una estrella que se apaga
01/11/04 0:00
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