Hacía tiempo que la celebración del ya de por sí polémico Día de
la Hispanidad no conseguía provocar tanta controversia. El
responsable es ese ministro tan popular como peculiar que se llama
José Bono. El 12 de octubre conmemoramos el día en que las tres
caravelas de la expedición de Cristóbal Colón llegaron a tierra en
1492. Una fecha que, si bien objetivamente marcó un antes y un
después en la historia de la humanidad, también sirvió de inicio a
la colonización americana, una etapa muchas veces teñida de
vergüenzas y crímenes.
De ahí que sean muchos los contrarios a este tipo de
celebraciones. Pero es que hay más, porque desde hace décadas, a
esta jornada se la reviste de un cariz militar que, en realidad,
poco tiene que ver con su origen. Por eso este año el acento
polémico se ha puesto en la presencia de representantes de la
División Azul invitados por el ministro de Defensa al tradicional
desfile, que presiden los Reyes.
Nuestra historia reciente, quién puede ignorarlo, todavía exhibe
cicatrices difíciles de sanar. Ha habido infinito dolor en todas y
cada una de las familias de este país. Y todavía viven millones de
quienes sufrieron en primera persona la humillación, la represión,
el crimen de una guerra demasiado presente aún. Por eso resulta una
auténtica locura mezclar en un día como éste a víctimas y a
verdugos.
Invitar a representantes de la División Azul, que Franco creó
para ayudar a su aliado Hitler en su intento de dominar el mundo
bajo su régimen de terror, es poco menos que una salvajada que
demuestra el escaso sentimiento de solidaridad del ministro. Su
intención era demostrar que España vive hoy regida por la paz y la
concordia, aunque probablemente se haya precipitado.
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