Que un alto cargo responsable de la promoción turística balear
en el exterior cargue al erario público sus visitas a un club de
alterne -el club Rasputín de Moscú- durante un viaje oficial
recuerda más al argumento de una película de enredos que a la
realidad de unos políticos y altos cargos de la Administración a
los que debe pedírseles, como mínimo, seriedad y discreción, y,
ante todo, un compromiso con los derechos básicos de las mujeres,
algo incompatible con el 'turismo sexual'.
El escándalo protagonizado por Juan Carlos Alía, ahora ya ex
director del Ibatur, ha causado conmoción en la opinión pública
balear, más por lo estrambótico del asunto que por el fondo, ya que
parece claro que se ha tratado únicamente de un lamentable error
-que ha hecho mucho daño al Govern- más que de un delito de
malversación de fondos públicos, como pretende la oposición, que
pide también la dimisión del president Jaume Matas y del conseller
Joan Flaquer. Visitar un local de prostitutas durante un viaje
oficial no es el comportamiento más adecuado para quien representa
a una comunidad autónoma, aunque deban respetarse los gustos y
aficiones particulares de cualquier individuo, eso esí, exigiéndole
que las ponga en práctica durante sus desplazamientos privados.
Por lo demás, la rápida resolución del escándalo demuestra que
el president Matas, que también viajó a Moscú, no piensa perder el
tiempo en justificar lo injustificable. La veloz aceptación de la
dimisión presentada por Alía da muestras de un rigor que debemos
aplaudir. Ahora bien, deberán tomarse las medidas necesarias para
evitar que este tipo de situaciones, sobre todo por lo que se
refiere a viajes al extranjero, vuelvan a repetirse, pues la imagen
de Balears en su conjunto es la que está en entredicho a nivel
nacional.
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