El ministro del Interior, José Antonio Alonso, ha anunciado que
va a pensar en la posibilidad de devolver a las matrículas de los
coches un distintivo provincial, o autonómico, que permita
distinguir el origen del vehículo. La propuesta, que rompe la
tendencia uniformizadora que impulsó José María Aznar, no ha sido
bien recibida por los fabricantes de coches y camiones, que
defienden el carácter meramente económico de su actividad, lejos de
consideraciones políticas o ideológicas. Puede entenderse el punto
de vista de los responsables de este sector, que dicen que se ha
reactivado el mercado de segunda mano gracias a esta medida, pero
también hay otras consideraciones no mercantiles que deben tenerse
en cuenta.
Se trata de una cuestión simbólica, muy presente en aquellas
comunidades autónomas de fuerte sentimiento nacionalista o
regionalista, y de hecho el tema lo ha sacado a relucir CiU en el
Congreso de los Diputados. Es un asunto que no tiene mayor
trascendencia, pero sí denota una cierta sensibilidad por parte del
nuevo Gobierno hacia las autonomías.
A la hora de la verdad, lo que importa es la calidad del
vehículo y no tanto que pueda ser identificado como de un lugar o
de otro, pero también es cierto que muchos países europeos
permitieron compatibilizar la identificación europea con la
provincial o departamental. De ahí que el gesto del Gobierno Aznar
de descartar esa posibilidad -apoyada por cierto por Mariano Rajoy,
que defendía la inclusión de distintivos provinciales- se
relacionara inmediatamente con unas tesis centralizadoras que hoy
son ampliamente rechazadas. ¿Por qué motivo, salvo los intereses de
los vendedores de coches, no podían coexistir en una matriculas los
tres indicativos: europeo, nacional y provincial. Aznar no quiso.
Para él era una simple chapa. Para otros, esta chapa con las letras
de nuestra Comunidad Autónoma tiene un sentido.
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