El Govern balear ha dejado atrás planteamientos anteriores y
exige ahora idéntico tratamiento y derechos que autonomías
históricas como Catalunya que, verdaderamente, no nos supera en
historia ni en peculiaridades. Así que puestos a reivindicar lo
nuestro tenemos que ponernos serios y firmes. Y eso, naturalmente,
implica hablar de dinero. De mucho dinero, pues para elevar el
techo competencial del que disfruta Balears -que accedió a la
autonomía por la vía lenta- es necesario mucho dinero. Y de eso se
habló ayer en el Parlament, donde se abordó el tan de moda asunto
de la reforma del Estatut.
Hay que tener en cuenta que competencias clave como sanidad y
educación deberían refinanciarse constantemente siguiendo la
evolución de la sociedad. Algo indispensable en las Islas al
haberse registrado un notable aumento de población en los últimos
años.
La clave está en la financiación y en la posibilidad de tomar
decisiones independientemente de Madrid, especialmente en asuntos
tan locales como puede ser la regeneración de playas, la
construcción de paseos marítimos o la instalación de desaladoras,
temas en los que la nueva ministra de Medio Ambiente, Cristina
Narbona, ya ha anunciado que piensa intervenir. Que estas
competencias sigan siendo -como la gestión en exclusiva de los
aeropuertos, otro asunto clave para nosotros- estatales resulta
fuera de lugar. Gobierne quien gobierne en Madrid, es absurdo que
en cuestiones de medio ambiente o infraestructuras no tenga Balears
autonomía política y financiera para decidir lo que crea más
oportuno. Igual que ocurriera cuando gobernaba el PP en Madrid y el
Pacte en Balears, es patético que desde la Administración central
se pretenda imponer unos criterios en relación a asuntos que
deberían ser de exclusiva competencia autonómica, o incluso insular
o municipal. Para evitar estas lamentables situaciones es
imprescindible modificar, de forma consensuada, un Estatut que
limita nuestras legítimas aspiraciones de mayor autogobierno.
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