El sentido común se ha impuesto, por el momento, en la crisis
abierta entre la Generalitat de Catalunya y el Govern balear por el
intento de nombramiento -sin consensuar- de Aina Moll como
directora del Institut Ramon Llull, por parte del Ejecutivo
catalán.
Un error «de forma» cometido por la Generalitat, a punto ha
estado de romper la efectiva colaboración entre los dos gobiernos
en el Institut. El momento llegó a ser complicado cuando el Govern
exigió una rectificación del portavoz de la Generalitat, Joaquim
Nadal. Se llegó a pensar que se utilizaría el error de Nadal para
romper el Institut. Tras las explicaciones dadas ayer por el
conseller Nadal, pocas horas antes de cumplirse el ultimátum del
presidente del Govern balear, parece regresar la voluntad de
entendimiento, aunque se pospone cualquier decisión hasta después
de las elecciones. Evidentemente, no está el panorama político para
abordar con seriedad y serenidad el futuro del Institut.
El Govern catalán fallo en las formas -de nuevo las formas- pero
tampoco se puede ocultar que el Govern balear exageró su malestar
para sacar rentabilidad política al lamentable asunto. La decisión
adoptada ayer debe ser el inicio de un esfuerzo conjunto para
continuar con la promoción exterior de nuestra lengua y cultura,
algo que debería estar por encima de las alternancias políticas y
de las desavenencias de los respectivos gobiernos. El Institut
Ramon Llull debe funcionar y mantenerse con cualquier gobierno.
Desencuentros como el mantenido estos días deberían solucionarse
sin llegar a enfrentamientos públicos, apelando al consenso y sin
hacer peligrar proyectos de colaboración institucional,
especialmente en un tema como la divulgación de la lengua
catalana.
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