La muerte ayer de un hombre cuando intentaba cruzar las vías del tren de Sóller con su coche reflejan de forma clara y rotunda la falta de seguridad que todavía existe en la red ferroviaria de Mallorca. Este periódico se hacía eco en su edición del domingo de un informe del Servei Ferroviari de Mallorca, empresa pública del Govern, en el que se dibuja un panorama desolador de las condiciones de seguridad de nuestros trenes, especialmente en la línea que enlaza Palma con Inca y Manacor. El informe de la empresa pública advierte que las malas condiciones de las vías pueden provocar, incluso, el descarrilamiento del tren. La falta de pasos a nivel en muchos puntos de los recorridos ferroviarios también se ha convertido en una asignatura pendiente de este servicio público.

Parece evidente, pues, que nuestra red ferroviaria no es demasiado segura. Y esta situación no es admisible. En pleno siglo XXI resulta una incongruencia que cualquier vehículo pueda cruzar una vía de tren sin tener garantizado ningún tipo de seguridad. Es, al menos, un hecho difícil de justificar.

El futuro del transporte público está en juego. No es lógico que el afán por inaugurar nuevas líneas ferroviarias pueda implicar el olvido de la seguridad de nuestras líneas. El transporte público será mucho mejor si es seguro. De lo contrario, el servicio tiene muy poco futuro. ¿Quién se atreverá a utilizar un tren si sabe, por ejemplo, que las vías no están en condiciones o existe peligro de descarrilamiento? Y no se trata, por supuesto, de crear alarmismo para que los ciudadanos dejen de utilizar el tren. Ni mucho menos. Hace falta una buena red ferroviaria, pero que sea segura. Con la seguridad de los ciudadanos no se debe jugar.