El presidente del Consell Insular pitiuso, Pere Palau, tiene hoy como tal su primer contacto con el mercado británico, primer emisor de turistas hacia las Pitiüses. Apenas dos semanas después de su toma de posesión, la medida a desarrollar en Londres es un buen indicador de las intenciones de la institución de cara a la promoción turística de las islas, después de una etapa de zozobra en la que tanto se trató de cambiar la imagen que se acabó provocando una gran zozobra en el sector turístico de aquel país, el que comercializa los paquetes vacacionales, más que en los propios ciudadanos de a pie o posibles clientes de nuestra oferta. Ha llegado, pues, el momento de comenzar a dar síntomas de decisión, y nada mejor que hacerlo sobre la base de un programa concreto de los puntos débiles de nuestra realidad a los que poner coto. Un ejemplo es el proyecto de remodelación de la carretera de Sant Antoni, todavía por hacer pero con el compromiso expreso tanto del gobierno insular como del balear. Cuestiones así son las que pueden servir para aclarar el futuro inmediato, porque muchas veces, como decía Óscar Wilde, la diferencia está en los detalles. El Reino Unido y sus habitantes se mantienen fieles a una lógica muy práctica, y actúan en consecuencia. Cualquier posible riesgo es minuciosamente examinado, como lo demuestra el hecho de que la mismísima carretera de Sant Antoni haya acabado siendo tema de discusión en el Parlamento británico. Por eso nunca hay que arriesgar con este mercado, porque las diferencias económicas en juego pueden ser demasiado importantes como para que no estemos permanentemente encima de lo que allí sucede. Los expertos saben que la economía insular está más vinculada a las europeas que a la del resto de España. Por eso lo mejor es no dejarse sorprender por variables que pueden y deben ser perfectamente controlables.