El anuncio gubernamental de que la asignatura de Religión -o su alternativa, Historia de las Religiones- puntuará igual que las demás materias se ha convertido, más que en un debate social, en una batalla política entre partidos de izquierdas y de derechas. Al margen de estas apreciaciones políticas o personales, habrá que convenir en varias certezas. Primera, que según nuestra Constitución, España es un estado aconfesional. Por tanto, lo público debería quedar al margen de las confesiones particulares de cada cual. Segunda, que toda asignatura que aparezca en el currículo educativo debe puntuar como las demás, porque de otra manera podríamos objetar que materias como la gimnasia o el dibujo artístico, en las que unos niños tienen más aptitudes innatas que otros, también suponen discriminación. Tres, que la formación en valores tiene una importancia capital y no podemos limitarnos a mirar la historia como quien mira por un microscopio.
Editorial
La Religión, en el ojo del huracán
24/06/03 0:00
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