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Como no podía ser de otra manera, en una coalición de partidos tan dispares que se ha sustentado por acuerdos prelectorales, como en el caso de las Pitiüses, y postelectorales, como se ha dado en el Govern, las valoraciones a la debacle del 25M también ofrecen distintas interpretaciones. De momento, y hasta que el Pacte no realice su necesario examen de conciencia con la convocatoria de la mesa extraordinaria de seguimiento, los partidos que conforman esta coalición de izquierdas y algunos líderes independientes, como es el caso de Pilar Costa, ya han empezado a lanzar sus primeras valoraciones. Así, desde las filas progresistas los hay que piensan que el cambio que se intentó impulsar desde el Consell era necesario e incluso debía de ser más radical; mientras, otros opinan que ese cambio debía de haberse realizado de manera más progresiva y sin levantar tantos enfrentamientos con distintos colectivos sociales. Es decir, demasiada distancia de planteamientos políticos entre unos y otros para establecer una línea de acción común.

En el Consell parece claro que ha faltado entendimiento a la hora de gobernar y que cuando había que tomar importantes decisiones las diferencias se hacían tan insalvables que acabaron por distanciar más a los conselleres y reducirlo casi todo a enfrentamientos personales. El cese de Buades y su paso al grupo mixto abrió una herida, que lejos de cicatrizar se fue agravando con el paso de los meses. Ahí estuvo uno de los grandes fallos de este gobierno.

Y en esta situación, cuando unos y otros tratan de analizar el porqué de esta derrota aparece Antich para echar más leña al fuego y culpar a los progresistas pitiusos de esta debacle. No le falta verdad al decir que las luchas internas han mermado al Pacte, pero tampoco él y su Govern hicieron nada por enmendarlo. Al contrario, pasaron de largo por las Pitiüses.