Las bombas no dejan de caer sobre distintos puntos del norte, el sur y el centro de Irak y la mayoría de sus desesperados ciudadanos se ven atrapados en las ciudades. Las organizaciones no gubernamentales que esperan con paciencia la señal que les permita iniciar sus labores humanitarias denuncian que ambos bandos han tomado a la ciudadanía iraquí como rehén, haciendo de hombres, mujeres, ancianos y niños unos escudos humanos a los que utilizar a su antojo. No es una acusación leve. Muy al contrario, las convenciones que rigen las guerras -aunque a diario parezca que en la guerra vale todo- obligan a los contendientes a proteger a la población civil y ese cumplimiento está brillando por su ausencia. Desde la administración iraquí, porque al impedir que los civiles abandonen las ciudades se pretende frenar los bombardeos masivos e indiscriminados, que causarían todavía más masacres. Desde el lado norteamericano, porque sin la población civil las tropas iraquíes tendrían vía libre para emplear todo su potencial militar, incluyendo, supuestamente, las armas químicas y bacteriológicas.
Editorial
La ayuda humanitaria se hace esperar
29/03/03 0:00
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