B alears se ha convertido en tierra predilecta de muchos inmigrantes, que encuentran en nuestro clima y, sobre todo, en nuestra saneada situación económica, un colchón perfecto para el difícil aterrizaje que supone para cualquiera abandonarlo todo para ir en busca de una vida mejor lejos de casa. En las Islas así lo hemos entendido y, hasta el momento, no se han producido incidentes de importancia relacionados con la inmigración. Muy al contrario, los llegados de otros países se van adaptando con normalidad al ritmo de vida insular y, mayoritariamente, han encontrado empleo y vivienda, aunque no sin dificultades. Sin embargo, no cabe descartar que, a lo largo de estos meses de invierno, algunos colectivos de inmigrantes puedan sufrir las consecuencias negativas de una situación económica preocupante.

La adjunta primera al Defensor del Pueblo, la ibicenca María Luisa Cava de Llano, reclama para las Islas un centro de internamiento para inmigrantes para evitar que los extranjeros en situación irregular tengan que ser detenidos en las comisarías, como ocurrió tristemente en Málaga, y porque «los inmigrantes no son delincuentes», dijo. Ciertamente no se viven en las Islas las llegadas masivas de «pateras», pero es obvio que hay niveles altísimos de inmigración clandestina que debe ser atendida. Y siempre será mejor un centro de internamiento, pese a las connotaciones negativas del término, que un calabozo.

Al margen de ello, Cava de Llano apostó por no ver los flujos migratorios como un «problema», sino como un fenómeno propio de nuestro tiempo que puede conllevar la posible solución de algunos de nuestros problemas, como la falta de nacimientos y, por ende, el dificultoso porvenir de la Seguridad Social y las pensiones. Una visión positiva que merece el aplauso general porque el fenómeno está ahí y es preciso analizarlo y afrontarlo con realismo.