El recién estrenado 2003 promete muchas cosas, como no puede ser de otra manera. Quedan por delante doce meses cargados de esperanza para convertir Eivissa y Formentera en unas islas más prósperas, más humanas y más acogedoras. Sin embargo, las Pitiüses afrontan un año 2003 lleno de incertidumbres: en lo económico, es necesario superar muchos de los caprichosos hándicaps que en el ámbito turístico nos hemos ido creando y que en el año recién terminado ya nos ha dado más de un susto; en lo político, llega el momento de volver a decidir quién regirá los destinos de las instituciones autonómicas y municipales durante los próximos cuatro años, precisamente los dos ámbitos que más y mejor influyen en nuestras vidas cotidianas; y en lo ciudadano, hay que normalizar la nueva sociedad, la que asume los retos de la multiculturalidad y la que afronta con decisión los problemas sociosanitarios, precisamente la más grave fractura a la que se enfrentan los responsables políticos pitiusos.

El nuevo año, es cierto, despierta ilusión, pero también trae consigo una enorme carga de trabajo por hacer. De momento, es el trabajo lo que continúa siendo la clave del éxito de un destino turístico relavitamente pequeño, pero mundialmente conocido, en el que todavía demasiadas cosas quedan por hacer. La calidad del agua, el transporte aéreo y el terrestre, el cuidado del entorno o el desarrollo sostenido de las estructuras son problemas tan vigentes como probablemente hace diez años, lo que significa que nada ha cambiado tanto como para que podamos sentirnos satisfechos. Quedan 363 días de arduas disquisiciones y de retos, 363 días en los que todos tenemos que dar el máximo de nosotros mismos, porque es un compromiso que hemos adquirido al vivir en sociedad. No será un año fácil, pero al menos tiene que ser un año provechoso.