La campaña estadounidense contra el terrorismo internacional
acaba de vivir un episodio en el que España se ha visto
involucrada. Dos buques de la Armada española, «Navarra» y
«Patiño», se encuentran en aguas del Océano Índico patrullando la
zona para inspeccionar los barcos que resulten sospechosos de
transportar armas a Irak o a comandos de Al Qaeda, en el marco de
la misión internacional «Libertad duradera» que, a la vista de los
acontecimientos, ha cumplido con pulcritud.
Tras avistar un mercante que transportaba misiles balísticos
ocultos en su carga, los mandos españoles reciben la orden
norteamericana de interceptar el buque y confiscar el armamento.
Horas después, Yemen reclama la carga como suya y EEUU acepta que
le sea devuelta. Así las cosas, los militares españoles han actuado
diligentemente, aunque a ojos de la opinión pública hayan podido
hacer un «papelón» -por suerte no hubo mayores incidentes, a pesar
de que los españoles tuvieron que disparar ante la resistencia del
buque- a causa de unas órdenes contradictorias dictadas por Estados
Unidos para salvaguardar sus intereses particulares en la zona.
Al parecer, a Washington no le ha interesado un conflicto con
este país musulmán demasiado cercano a Arabia Saudí, elemento clave
en los intereses petrolíferos y estratégicos de Occidente. Y todo,
a pesar de que el porte de esas armas era, en efecto, más que
sospechoso, cuando los misiles Scud iban ocultos bajo sacos de
cemento, no aparecían en el manifiesto de carga ni tampoco figuraba
el puerto de destino.
Finalmente, desde EEUU se han pedido disculpas por el «fiasco»
de la operación, a la vez que se ha felicitado, a la Armada
española.
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