Sorprende el revuelo nacional que se ha organizado desde que
nuestro diario diera a conocer la noticia del guardia civil
homosexual que había reclamado la posibilidad de compartir una
vivienda en la casa-cuartel con su pareja. Y sorprende porque hemos
de suponer que España lleva ya unos cuantos años siendo un país
democrático, moderno y que basa sus políticas en valores como la
igualdad, la tolerancia y el respeto a las minorías.
Que instituciones como la Guardia Civil sean centenarias no
presupone que deban vivir ancladas en el pasado. Muy al contrario,
con este escándalo se ha demostrado que desde la propia Benemérita
se adoptan como propios esos fundamentos que citábamos de
tolerancia y respeto a las diferencias. De esta forma, con rapidez
y eludiendo el carácter escandaloso que algunos han querido dar al
asunto, la Guardia Civil ha autorizado a ésta y a cualquier otra
pareja homosexual a ocupar los pabellones como las demás unidades
familiares.
Otra cosa es plantearse si en pleno siglo XXI un cuerpo policial
como la Guardia Civil debe continuar con costumbres tan poco
actuales como la de habitar una misma casa cuartel, con todo lo que
eso conlleva, en cuanto a la intimidad y la peligrosidad "no
olvidemos que han sufrido ya varios ataques criminales por parte de
ETA". Parece que hoy en día unos profesionales como éstos deben
percibir un salario digno que les permita acceder a su propia
vivienda, sin tener que recurrir a los pabellones oficiales y sin
sufrir tampoco las consecuencias de compartir la vivienda con sus
compañeros de trabajo. De esa forma se evitarían situaciones como
la vivida ahora, en las que la intimidad de una pareja ha salido a
la luz pública.
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