En estos momentos residen en la Unión Europea 11 millones de inmigrantes, calculándose que «varios» millones más de ilegales se encuentran igualmente entre nosotros. Ello ha sido causa de una creciente inquietud que ha determinado tanto el acelerado avance de formaciones ultraderechistas en muchos países que ven en la inmigración el origen de casi todos los males sociales, como la desazón de un ciudadano común sistemáticamente machacado por la idea que relaciona inexorablemente inmigración con aumento de la delincuencia. Independientemente de lo discutible de dichos conceptos, queda claro que hoy por hoy la política sobre inmigración en Europa hace aguas por todos los costados. Pero no, naturalmente, porque la inmigración sea un mal en sí, sino porque lo deficiente es la política desplegada al respecto. Normas difusas, inconcretas, ineficaces, leyes imperfectas "sin ir más lejos como la nuestra de extranjería" y, en general, actuaciones tendentes a identificar la inmigración con una cuestión de orden público, cuando de algo muy distinto se trata.
Editorial
Nuevas normas sobre inmigración
04/06/02 0:00
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