El deporte pitiuso está de enhorabuena: por primera vez en su
historia un club de Eivissa y Formentera accede a la máxima
categoría de una competición nacional. Y este honor le ha
correspondido al Club Basket Puig d'en Valls de categoría femenina.
El equipo ha puesto la guinda a un pastel que se ha ido elaborando
durante varios años y que ayer en la pista madrileña del Rivas y de
manera épica se concretó en el deseado ascenso.
El PDV, con un equipo diseñado para triunfar y con un bloque de
jugadoras de gran calidad dirigido por un entrenador de prestigio,
como es Tito Sobrín, ha situado a las Pitiüses en lo más alto del
baloncesto femenino nacional. La gesta se engrandece además en un
lugar que, por desgracia, no está acostumbrado a hitos de este
renombre. El fútbol, donde sólo ha habido pequeñas incursiones en
la Segunda División B, vive más desalientos que alegrías y por eso
la afición busca otros incentivos, como es el baloncesto. Dejando
al margen los éxitos de nuestros atletas, el deporte de clubes en
la isla siempre ha vivido entre rivalidades y frustraciones que
nunca han fraguado en proyectos deportivos serios.
Pero llegó el Puig d'en Valls en 1995 con una idea clara de lo
que quería y se podía hacer. Mimbres en Eivissa existían:
instalaciones y afición, sobre todo. Sólo quedaba diseñar un equipo
de garantías, que con el tiempo se fue labrando, a pesar de las
dificultades económicas. Dificultades que, por otra parte, siempre
han arrastrado los clubes de la isla. Ahora, con un club en la
máxima categoría, hay que aparcar los rumores de crisis y apostar
por su continuidad. Estamos ante una oportunidad histórica en la
que la sociedad, las instituciones y la afición deben volcarse para
conseguir que esta hazaña se prolongue durante mucho tiempo. El
deporte pitiuso lo necesita.
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