La renuncia del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, incapaz de
soportar tanto la presión popular como el malestar existente en el
seno del Ejército, no es sino el desenlace lógico de una situación
que había llegado a la crisis. La huelga general que mantenía
paralizado al país, la posibilidad de que ésta se convirtiera en
indefinida y la torpe respuesta de un Gobierno que sólo supo
recurrir a la represión en un momento tan delicado, no dejaban
prácticamente lugar a otra opción. Desde el principio, el mandato
de Chávez ha venido caracterizándose por una ambigüedad que ha
acabado por volverse contra él.
Modales de dictador de corte clásico y extrañas concesiones a
unas posturas de izquierda "recuérdense al respecto sus excelentes
relaciones con el régimen cubano" habían acabado por instaurar en
Venezuela una política errática, de signo confuso, llamada a
generar una constante inestabilidad. Y todo ello rebozado en un
populismo formal escasamente convincente incluso para los que por
él se sintieran tentados. El pueblo, que ha pagado el precio de ese
casi folclórico populismo, ha decidido finalmente pasar cuentas con
Chávez, instando a las Fuerzas Armadas a que forzaran su
renuncia.
Venezuela es hoy el cuarto productor mundial de petróleo y la
compañía estatal, Petróleos de Venezuela, es la principal industria
de América Latina, con una producción de 2'5 millones de barriles
diarios, de los que la mayor parte se dedican a la exportación. Y
es éste un factor capital a tener en cuenta en estos momentos de
confusión, admitida la relativa dependencia que la comunidad
internacional tiene del petróleo venezolano.
La declarada intención de los militares de entregar el poder a
los civiles "de momento un empresario está al frente de la
transición" parece responder de antemano a las exigencias y
presiones que llevarían a cabo otros países, en el caso de que
Venezuela tomara el camino que conduce a un régimen militar siempre
mal visto. Con las reservas naturales propias de la tensa situación
que hoy vive aquel país, cabe desear que en efecto se instaure un
poder civil que traiga la normalización y la tranquilidad a una
sociedad muy necesitada de ambas.
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