Los ciudadanos de Eivissa ocuparon ayer el tradicionalmente motorizado paseo de Vara de Rey para su uso y disfrute. No es la primera vez que vemos esta importante zona de la ciudad sin un sólo vehículo a la vista, pero sorprendió la naturalidad con la que los ya escasos paseantes se hicieron con ella desde el primer momento. Pasear por la calzada o cruzar sin peligro no son sensaciones muy habituales en el centro de una ciudad, aunque ayer se comenzó lo que puede ser una nueva era que debe contar con todos los apoyos, en tanto que supone devolver la ciudad a los ciudadanos. Es verdad que la novedad ha levantado tantos sarpullidos como beneplácitos, una distinción que tiene mucho que ver con si los que hablan son paseantes o conductores, con si viven en la zona o acuden a ella desde fuera. La iniciativa, con todo, no es innovadora, pero es pionera en las Pitiüses y ambiciosa en cuanto a que el Ayuntamiento tiene intención de convertirla en definitiva. Para tener éxito, sin embargo, se necesitará de la complicidad y la paciencia de todos los que vivimos o venimos al centro. Tenemos que cambiar aún muchas mentalidades, es cierto, pero también necesitamos estímulos y ayudas. El Ayuntamiento tiene que estar más atento de lo que ha estado hasta ahora respecto a las necesidades de los ciudadanos, que, mientras no se demuestre lo contrario, son las mismas que han convertido al ibicenco en un ser sobremotorizado (las estadísticas son contundentes respecto a la enorme cantidad de vehículos que hay en la isla) ; y un ciudadano sobremotorizado es alguien con un comportamiento muy especial. No hay ningún misterio: la calidad de las ciudades se mide, fundamentalmente, por la proporción que el individuo tiene en ellas. Con el estreno de ayer, que se tiene que completar con otras medidas en ese sentido, comenzamos a probar algo nuevo.