Una vez más el Govern balear se ha visto envuelto en una polémica debido a la intervención precipitada de la consellera de Medi Ambient, Margalida Rosselló. A principios de semana, este periódico se hacía eco de la intención por parte de esta Conselleria de no aceptar que se devolviera la arena a aquellas playas que la habían perdido durante el temporal sufrido hace diez días. Los verdes se oponen a que se extraiga arena de caladeros para reponerla en las playas artificiales que pueblan nuestro litoral. Más aun, en Medi Ambient se apuesta por una regeneración natural y por invertir en «técnicas de retención» como se hace en Australia, ya que la reposición es un método anticuado y tendría un coste «muy elevado». Ante estas declaraciones, la reacción del resto del equipo de gobierno del Govern fue inmediata: rectificó a la consellera y reclamó al Gobierno central una «rehabilitación» urgente de las playas.

Bastaría con darse una vuelta por el norte de la isla de Eivissa (ver páginas 4 y 5) para comprobar el estado en el que han quedado nuestras playas: cerca de una treintena se ha quedado sin arena, con porcentajes de entre el 70 y el 100% de pérdida. Esto significa que para devolver las playas a su estado original antes de la próxima temporada turística habría que realizar una intervención rápida en nuestro litoral. Así, ante esta situación de emergencia en lo que no podemos caer es en el absurdo debate de si se regenera o no. Ya se sabe que extraer arena de ciertos caladeros y verterla en determinadas zonas puede ser perjudicial para el fondo marino, pero no se trata de llegar a ese extremo. Arena hay y mucha, y aunque sea costoso traerla, como dice la consellera, siempre será más beneficioso que no esperar a que la naturaleza devuelva lo que se ha llevado. La apuesta ecologista es un riesgo que Eivissa ahora no se puede permitir.