El mundo islámico se está convirtiendo en un auténtico polvorín
y la reunión de representantes de los 57 países que integran la
Organización de la Conferencia Islámica no parece haber llegado a
ninguna conclusión clara, si exceptuamos el temor constatado a una
«revolución» a tenor de lo acontecido en Afganistán. Estados Unidos
tiene en los países árabes moderados aliados incontestables
"Egipto, Jordania, Arabia Saudí y Kuwait" que, sin embargo, no se
sienten seguros de poder controlar a sus propias poblaciones que,
en ciertos sectores, se identifican con el integrismo.
La más reciente amenaza norteamericana de extender sus ataques
contra otras naciones como Irak "su bestia negra", Sudán, Yemen,
Líbano, Somalia o Siria llena de inquietud a los árabes moderados,
que temen una explosión de adhesiones populares hacia las víctimas
de los bombardeos. De todos es conocido que el mundo islámico se
considera a sí mismo como una única nación y, de sentirse agredida
en uno de sus extremos, reaccionará de forma conjunta.
Aunque los gobernantes intenten por todos los medios contener
las iras populares "ya lo ha hecho Arafat, encontrando una fuerte
oposición entre la población, igual que el Gobierno de Pakistán",
es probable que si Washington pone en marcha sus planes el mundo
árabe se levante sin posibilidad de control.
Por ello la reunión del miércoles exigió medidas diplomáticas y
jurídicas en caso de demostrarse cualquier implicación de un país
árabe en el terrorismo internacional, pero rechazó de plano nuevos
ataques militares en la región. Si la intervención bélica se
extiende a Irak, las consecuencias pueden ser funestas, estiman los
analistas. Y eso, la Guerra Santa, hay que evitarlo a toda
costa.
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