Hace unos años cuando el crimen etarra contra el concejal de Ermua Miguel Àngel Blanco, el odio de los españoles contra el terror era tal que tuvo que inventarse aquel lema de «Vascos sí, ETA no» para dejar bien a las claras que no todos los vascos son capaces de empuñar una pistola. Una idea que a cualquiera le resulta diáfana pero que, en caso de confusión, más valía clarificar. El caso es que ahora se corre el riesgo de creer que todo árabe está dispuesto a matar por su religión, o al menos que todo afgano es un criminal.

Nada más lejos. Hasta el mismísimo presidente norteamericano tuvo que salir en defensa de los que llamó «árabes buenos» para evitar una oleada de atentados contra ciudadanos americanos de origen árabe o de religión musulmana.

Al final todo es un problema de ignorancia, como suele ocurrir cuando la sombra del racismo se asoma en sociedad. Aquí en España nos enseñaron que los árabes conquistaron la Península "Balears también, claro" y que había que echarles porque no eran cristianos. El caso es que ellos supieron respetar todos los credos y costumbres y jamás se supo que decidieran derribar una iglesia para construir sobre sus ruinas una mezquita. Cosa que no puede decirse de los cristianos que, por intereses económicos y de control del poder, optaron por demonizar a musulmanes y judíos hasta arruinarles la vida. Hoy ocurre algo parecido. El mundo árabe es enorme y muy diverso y la mayoría de ese pueblo vive de forma pacífica y ama y respeta sus tradiciones. Los brotes de integrismo, de violencia y de terror llegan, allí y aquí, cuando la ignorancia y la manipulación se apoderan de un grupo determinado. No hay que luchar contra los árabes, sino contra esa ignorancia que, aquí y allí, nos condena al error.