El día después del mayor acto terrorista de la Historia no fue el del apaciguamiento, más bien todo lo contrario. La primera potencia del mundo no pudo sobreponerse a la sensación de caos y colapso generalizado. Las imágenes servidas por la CNN y otras grandes cadenas norteamericanas nos han trasladado a un escenario apocalíptico, las calles de la Gran Manzana sumidas en la desolación y el pánico. Hundidos en la profunda sima del horror que nos provocó la acíaga jornada de los atentados, no disponíamos de la perspectiva necesaria para evaluar la magnitud del desastre. En ese contexto, el desplome de las bolsas, la incertidumbre económica que se cierne sobre nuestras vidas, no es sino la consecuencia lógica del giro que, en apenas unas horas, ha conocido el curso de la Historia.
Editorial
Occidente debe reflexionar
13/09/01 0:00
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