Los trastornos con los que finalizó la actividad política el pasado mes de julio en Eivissa se han convertido en este inicio de curso en un clima de calma y consenso al que no estábamos acostumbrados en los últimos meses. El mes de agosto finalizó con un pleno del Consell en el que el Pacte y Els Verds se pusieron de acuerdo, por fin, para defender sus intereses ante la anunciada obra del aeropuerto por parte del ministerio de Fomento. La convivencia en esta institución durante el último año ha pasado por momentos críticos, sobre todo para los progresistas, que en muchas ocasiones pecaron de soberbia. En este tiempo el desgaste al que les ha sometido Buades ha resultado excesivo para una coalición que por momentos parecía resquebrajarse.

Tan dura o más fue la batalla con los hoteleros. Durante meses, justo tras la cancelación de los programas de invierno por parte de los touroperadores, hoteleros y Consell han entablado una guerra en la que lógicamente los mayores perjudicados han sido ellos, y a la larga nuestro turismo. Pues bien, ayer por primera vez en muchos meses volvieron a sentarse juntos y sobre la mesa se trataron de nuevo los problemas que quedaron pendientes a principios de año.

La desestacionalización, ese objetivo que para unos resulta tan utópico, fue el punto de arranque de una reconciliación que esperemos aporte resultados. Pero este inicio del curso político también nos ha dejado sombras. Formentera se ve estos días en medio de una pugna entre partidos que quieren imponer su propio administrador para que gestione la inversión de 1.500 millones de pesetas. Aquí parece que no hay pactos que valgan porque a nadie se le olvida que esta isla es la que decide el gobierno de Balears.Y esto que debería beneficiar a la isla, de momento, la tiene paralizada.