Agosto, el mes de la saturación y el caos, nos ha dejado un año más
un problema sin resolver: la falta de taxis. Los ojos de los
turistas y los ciudadanos de las Pitiüses han vuelto a comprobar la
impotencia de miles de usuarios a la hora de intentar utilizar un
transporte público. Se han repetido las largas colas en los
aeropuertos, hoteles y ciudades, y se han vuelto a suceder las
acusaciones desde distintos sectores turísticos sobre este problema
que no parece tener solución.
Hablan nuestros políticos de soluciones, reuniones, normativas y
proyectos, pero ellos mismos reconocen que el problema de la falta
de taxis no tiene una fácil solución. Comentan, los que gobiernan,
que dar más licencias resulta complicado en un gremio muy cerrado
en el que además, según se desprende de las declaraciones de unos y
otros, existen fuertes presiones políticas y empresariales.
No deberían olvidar tanto el Consell, como los ayuntamientos y
los taxistas, que este tipo de transporte es, ante todo, un
servicio público, un servicio que no está funcionando, que se está
deteriorando a medida que pasan los años y que, encima, se produce
en un lugar saturado de vehículos por todas partes. Si queremos
conseguir que nuestras debilitadas carreteras se liberen de
vehículos, una de las principales medidas a tomar debe ser la de
potenciar el transporte público.
Otra cuestión en la que se debería incidir para atajar el
problema es en la temporalidad de este servicio. Los taxis, como
los aviones, los barcos, el servicio de correos, fuerzas de
seguridad, etc deben potenciarse en verano y ahí no caben las dudas
que afloran ahora mismo entre nuestros gobernantes y taxistas. Las
licencias temporales deben existir, porque es lícito y obvio que en
una sociedad como la nuestra en la que la población se multiplica
en verano también se multipliquen los servicios.
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