Ya es tradición, lógicamente, que el comienzo del mes de agosto siempre arroje cifras récord en cuanto a la llegada de turistas a nuestras islas. Los aeropuertos viven jornadas de auténtica locura, las playas se encuentran abarrotadas, las carreteras son invadidas por hileras de vehículos y resulta prácticamente imposible encontrar una plaza hotelera. Este año el panorama, a pesar de la tendencia a la baja que ha experimentado este sector en las Pitiüses en el primer semestre del año, vuelve a resultar similar. Aunque las previsiones hoteleras sobre la temporada turística alertaban de un ligero descenso a tenor de los resultados nada alentadores registrados fuera de temporada, la realidad nos ha devuelto a una ocupación al límite de nuestras posibilidades.

Pero este vuelco turístico que se va a producir este mes de agosto y que supone una reconducción de la temporada no debería desviar la atención de la realidad que viven las Pitiüses, y en su extensión Balears. Lógicamente, nuestra industria hará buena caja en agosto, pero eso no quita para que se olviden los graves problemas de la temporada de invierno y los interrogantes que acechan sobre los meses de septiembre y octubre.

En esta situación nos encontramos con que la política turística en las Pitiüses brilla por su ausencia y encima nuestra imagen empeora con el tiempo (huelgas, drogas, carreteras...) Desde el Consell se han cansado en repetir que la ausencia de turismo de invierno no es grave y que unos miles de turistas menos en esos meses no son nada comparado con lo que llega en pleno mes de agosto. Pero ahí se equivocan. Agosto es el mes grande,el de las vacaciones y de los ingresos, pero luego vendrán los demás meses del año, los difíciles, en los que seguro nos pasan factura por esos deberes que no se hicieron el resto del año.