Poco tenían que hacer las Islas esta temporada turística para
conseguir que los principales países europeos centraran en ellas la
mirada. Por si fuera poco el revuelo que se ha organizado en
Alemania con la ecotasa, la repercusión que año tras año consigue
Eivissa en Gran Bretaña o las campañas alarmistas de determinado
tipo de prensa extranjera ante problemas como la escasez de agua,
ahora montamos un espectáculo en toda regla. El circo balear ofrece
funciones en todos lo aeropuertos de las Islas, en sesión continua
y para un gran número de espectadores. Viajen y vean.
Probablemente es momento ahora de acordarse de lo largo que es
el invierno, del mucho tiempo que tienen patronal y sindicatos para
negociar acuerdos que eviten dañar de esta manera la imagen
turística del archipiélago. Los expertos en márketing siempre dicen
que no hay publicidad que funcione mejor que el boca a boca.
Imaginen los muchos comentarios que las Islas van a suscitar cuando
las decenas de miles de turistas afectados por la huelga del
transporte discrecional regresen a sus países. Porque no hay
disculpa que valga con ellos. ¿Qué explicación le sirve al padre de
familia que camina desde Sant Jordi empujando sus maletas y
animando a sus hijos pequeños para que hagan el largo camino que
les queda hasta el aeropuerto? Un destino turístico civilizado, que
aspira a continuar entre la elite mundial, por justas que sean las
reivindicaciones de los trabajadores, no puede permitirse tratar
así al viajero.
Tenemos que encontrar soluciones. Y no sólo para el conflicto
laboral que ahora nos ocupa, sino para protegernos a nosotros
mismos de este tipo de situaciones. Los conductores de autobús y
las empresas que les emplean son sólo una parte más de la
larguísima cadena que puede verse cortada si el turismo mundial
empieza a temer visitarnos.
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