Balears podría enfrentarse en unos días a una nueva situación
límite en los aeropuertos, tras la convocatoria de huelga por parte
de los conductores de autocares. Ya son conocidas las imágenes de
aeropuertos colapsados por turistas que no pueden llegar a su hotel
y se ven obligados a pernoctar en pasillos, salas de espera y bares
de la terminal con sus equipajes y sus familias a cuestas. Esta vez
la amenaza de huelga no tomará desprevenidos a los responsables de
los aeropuertos y ya anuncian medidas excepcionales si el paro
llega a producirse. Y no son asuntos sin importancia, pues AENA se
plantea incluso cerrar Son Sant Joan en el momento en que las
plataformas de estacionamiento de aeronaves queden cubiertas.
Pero eso, con ser gravísimo, no es todo, puesto que otros
agentes del sector implicados en las consecuencias de esta
anunciada huelga "touroperadores y compañías aéreas" piensan
también actuar de forma contundente, con soluciones tan tajantes
como desviar aviones a otros destinos turísticos y cancelar vuelos.
Estamos, de nuevo, ante el caos aeroportuario que se produce cada
verano en nuestro país para defender los derechos de uno u otro
sector. Al ciudadano que muy de vez en cuando toma un avión para
salir de vacaciones, para volver a su pueblo de origen o aquél que
se ve obligado a volar para cumplir con sus obligaciones laborales
los derechos de los conductores de autocares le parecen muy
respetables, pero no entiende por qué es él precisamente quien
tiene que pagar los platos rotos de unas postuas encontradas. Que
los chóferes exijan días de descanso que la patronal no quiere
darles o subidas salariales considerables está muy bien, pero que
lo defiendan donde deben, o sea, sobre una mesa de negociación. Y
en caso de recurrir a su derecho a la huelga, que cumplan los
servicios mínimos.
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