Nuevamente el juez Baltasar Garzón sorprende con una de sus
espectaculares actuaciones, esta vez ilegalizando a la organización
juvenil Haika (antes Jarrai), por considerarla «apéndice de ETA y
cantera de militantes terroristas». Como era de esperar, las
reacciones se han sucedido en unos y otros términos, aunque la
mayoría "a excepción obligada de Euskal Herritarrok y algunas voces
del PNV" se felicitan por la valentía del magistrado al tomar una
decisión de este tipo, que podría conducir a una ralentización de
la kale borroka.
Quizá se le puede criticar a Garzón el momento elegido para la
ilegalización, en vísperas de las elecciones, pues es bien conocida
la afición que tienen los radicales a sacar provecho político de
las actuaciones de las que se consideran «víctimas» y tal vez este
hecho podría empujar a algunos jóvenes a alinearse con los
abertzales más recalcitrantes a la hora de emitir el voto. Por lo
demás, cualquiera estará de acuerdo en que toda decisión tendente a
normalizar la situación en las calles del País Vasco debe ser
bienvenida, máxime cuando la ilegalización de esta organización
conducirá a la persecución policial de sus fuentes de financiación,
de su documentación y de sus miembros, lo que podría a su vez
llevar a nuevos éxitos policiales en la lucha contra el terrorismo,
aunque sea de baja intensidad.
Ante el anunciado recurso de EH, cabe esperar que toda la clase
judicial respalde la visión de Garzón, siempre dado a aventurarse
demasiado lejos en sus conclusiones. De modo que sólo resta esperar
que lo que hoy es una firme decisión de un juez famoso no se
convierta mañana en agua de borrajas por obra de una instancia
judicial superior. La tranquilidad de vivir en paz de todo un
pueblo está en juego.
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