Llega, como ocurre cada primavera, el momento de que los ciudadanos corrientes y molientes pongan en orden sus cuentas pendientes con Hacienda, o más bien a la inversa, puesto que los cálculos para este año prevén que casi nueve millones de contribuyentes se repartirán más de un billón de pesetas que la Agencia Tributaria tendrá que devolver. Por contra, sólo 3'2 millones de ciudadanos se verán obligados a pagar algo más de 700.000 millones de pesetas, lo que pone de manifiesto de manera clara y rotunda que el Gobierno tiende siempre a llevarse de más para contar así con dinero anticipado a cuenta de los trabajadores, que no tienen manera de eludir el pago. Se da luego la paradoja de que la mayoría recibe con alegría la noticia de la devolución, cuando en realidad el ciudadano se ha visto privado de esa cantidad de dinero durante un año, perdiendo en ese plazo la posibilidad de invertirlo y obtener los consiguientes rendimientos.

Pero no sólo eso, sino que en estas fechas "lamentable coincidencia" salta la noticia de un supuesto fraude cometido en la delegación de Hacienda en Cataluña, por el que se habrían visto favorecidos personajes ricos y famosos, lo que no hace más que incrementar la idea popular de que, en efecto, «Hacienda no somos todos», sino sólo los que no tienen más remedio. Se trata de una idea vieja en nuestro país que tenderá a diluirse "como ha ocurrido en el resto del continente" a medida que crezca la sensación de que somos un país europeo moderno que paga un alto coste al Estado a cambio de disfrutar de excelentes prestaciones sanitarias, culturales, sociales, educativas y de infraestructuras, aunque para ello todavía falten décadas, en las que veremos cómo Hacienda incrementa todavía más su presión sobre los ciudadanos.