Acaba de suceder en Eivissa, un nuevo derrumbe que, por fortuna, no produjo daños personales, aunque podría haber supuesto una tragedia similar a la del hotel Tívoli en Palma. La causa, nuevamente, unas obras de remodelación para las que los inquilinos habían solicitado al Ayuntamiento la correspondiente licencia de obra menor, que al parecer todavía no tenía concedida. Algo que, por lo que se está viendo, ocurre demasiado a menudo. Lo peor es que muchos ciudadanos acometen obras sin ni siquiera solicitar la licencia, simplemente para ahorrarse los consiguientes gastos. Así ocurre lo que ocurre, que edificios de hace tres o más décadas, cuando el «boom» del turismo hizo que se levantaran bloques de cemento con calidades menores y a contrarreloj, se desmoronan apenas alguien toca las estructuras con la intención de realizar obras. Hay que poner freno a tantas irregularidaades, tanta dejadez y «picaresca» y tanta codicia, como ha declarado el conseller de Treball, Eberhard Grosske.

Lo que todos sabían se está destapando a medida que van cayendo edificios: se solicitan licencias de obra menor para trabajos que en realidad constituten obra mayor, se realizan obras en las partes del edificio que carecen de licencia para ello o, simplemente, no se espera a tener el permiso municipal para acometer las reformas. Podrá decirse que solicitando, consiguiendo y pagando la licencia oportuna no se evitarán los accidentes. Y esto sólo es cierto porque los ayuntamientos no actúan correctamente y utilizan las licencias sólo para recaudar dinero. A los ayuntamientos hay que exigirles ya que pongan orden en los negociados de urbanismo: que trabajen con mayor celeridad en la otorgación o denegación de licencias, que efectúen controled exhaustivos para comprobar que la obra se ajusta a lo solicitado y revisen el estado de los edificios. Si ayuntamientos, promotores de obras, constructores, arquitectos y aparejadores siguen actuando del mismo modo, todo hace prever que en el futuro seguiremos lamentando más accidentes.