Las Pitiüses entran en el nuevo milenio con el paso titubeante. La evolución de últimos años demuestra que la sociedad ibicenca está cambiando muy deprisa, desarrollándose tanto cuantitativa como cualitativamente a un ritmo hasta hace poco insospechado. La evolución económica y demográfica ha servido para constatar los estrechos límites de los factores que determinan la calidad de vida de la que disfrutamos y que, a corto plazo, está en tela de juicio. Carreteras, suministro energético y de agua, saneamiento, transporte y protección medioambiental son cuestiones fundamentales en una sociedad tan delimitada geográficamente como la ibicenca pero que hoy por hoy están muy lejos de estar resueltas. También en el ámbito político, el equilibrio en el Consell Insular es inestable, una cuestión a tener en cuenta puesto que los próximos ejercicios suponen un reto importante y tanto las instituciones como los propios ciudadanos tendrán que aprender a asumir que la evolución histórica obliga a la adopción de decisiones valientes en las que no vale jugar con la abstracción, como ha sucedido hasta ahora varias veces, sino que debe prevalecer sin titubeos el interés de los ciudadanos y su bienestar.

Nos enfrentamos, eso sí, a años apasionantes en los que tendremos que demostrar si estamos preparados para asumir la vida de una forma diferente. El crecimiento demográfico está provocando cambios cada vez más evidentes. Nuestras costumbres son paralelas a otras formas de vivir y entender la vida. Esto, que para mentalidades retrógradas puede ser una afrenta, es, en realidad un reto. Nos permite comparar y, a la larga, elegir lo que más nos conviene. Lógicamente, el futuro no se parece, hoy por hoy, al que dibujaban los clásicos de la ciencia ficción, pero eso no quiere decir que no pueda ser un futuro ideal.