A los peruanos les ha salido rana el «chinito de la suerte» y uno se pregunta por qué y hasta cuándo los países de América Latina tendrán que soportar a los dictadores, tiranos y reyezuelos que les caen del cielo. Perú empieza ahora a ver la luz. Aunque las circunstancias han sido vergonzosas, casi inimaginables, lo cierto es que no pocos han acogido la sorpresiva huida de Alberto Fujimori como una bendición. Atrás quedan diez años de una especie de dictadura disfrazada en la que el ingeniero japonés ha dejado a un país hermoso y noble convertido en una nación empobrecida, con graves carencias en educación, sanidad, empleo...

Su ex esposa, también hija de emigrantes nipones, asegura que Fujimori ha robado millones de dólares, que guarda en bancos de Tokio y por eso ha elegido ese destino, y no duda en calificarle de «monstruo, mentiroso y corrupto». Todo un rosario de calificativos que a buen seguro compartirán muchos peruanos en estos días de incertidumbre. Pero Perú es hoy un país democrático que sabrá salir airoso de esta crisis siempre que se eviten las tentaciones de disturbios, golpes de efecto y maniobras militares.

De hecho, el barómetro económico "que refleja como nadie cualquier movimiento negativo de la vida política o social" se ha mantenido más o menos estable a pesar de la crisis, lo que indica claramente que la huida de Fujimori será positiva para el país. Lo que no sabemos aún "quizá nunca lo sabremos" son las dimensiones del expolio llevado a cabo por el japonés y sus más directos colaboradores.

Como antaño, en tiempos de los incas, a los peruanos les ha tocado sacrificarse en pos de un reyezuelo abusivo. Quizá ahora, con la llegada al poder de Paniagua y la convocatoria de nuevas elecciones para el mes de abril, el país se dirija con determinación, de una vez y sin pausa hacia un futuro mucho mejor.