Ha sido uno de los personajes más poderosos y polémicos de la
vida económica, política y social de este país en los últimos años
y ayer pasó "por el momento" a la historia. Juan Villalonga acaba
de decir adiós a su controvertida gestión al frente de la empresa
nacional más importante, Telefónica, tras protagonizar algunos
escándalos, políticos, financieros y sentimentales, que le han
llevado a presentar una dimisión pactada a cambio de sustanciosos
beneficios económicos.
La historia de este peculiar ejecutivo "al que se considera
agresivo, altanero y prepotente" empezó a brillar sólo dos meses
después de que el PP llegara el poder, en 1996, cuando fue elegido
como presidente de Telefónica. Amigo de infancia de José María
Aznar, su relación se rompió a la vez que el matrimonio de
Villalonga, cuya esposa era amiga íntima de Ana Botella. Luego
llegó el escándalo de las stock options, un sistema de bonificación
habitual en otros países, que en España supuso una verdadera
revolución.
Ahí empezó a tambalearse la posición de Villalonga. Instalado en
Miami con la viuda de un conocido millonario mexicano, con el que
ha tenido una hija, su estrella comenzó a apagarse por sus
desavenencias en el consejo de administración con los socios de
Telefónica, el BBVA y La Caixa, que vieron con malos ojos sus
arriesgadas operaciones americanas.
Ahora dice adiós. De momento. Pero deja tras de sí una estela
brillante al haber multiplicado por ocho el valor de las acciones
de la empresa en sólo cuatro años. Su trayectoria y su personalidad
seguramente le depararán otro puesto de importancia en cualquier
empresa de categoría. Aunque los más de cuatro mil millones de
compensación que Telefónica le ha concedido por su despido bien
podrían llevarle a un retiro de oro.
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