El alcalde de Formentera, Isidor Torres, ha lanzado la primera andanada de un proyecto muy ambicioso: la necesidad de recuperar de una vez por todas las estructuras salineras, un espacio natural fundamental no sólo para la isla sino para el conjunto de Balears y esta parte del Mediterráneo. No le va a ser nada fácil poner de acuerdo a todos los que tienen mucho que aportar para la revitalización del espacio "en unas condiciones de abandono prácticamente total" pero se ha propuesto intentarlo firmemente. En un proyecto como el ambicionado por el equipo municipal de gobierno tendrán que unir esfuerzos los propietarios del área, los que hacen uso de ella, el Estado, la Comunitat Autònoma, Consell Insular y el propio Consistorio, un grupo heterogéneo y con competencias en ámbitos muy dispares pero imprescindibles.

Ses Salines de Formentera, a pesar de formar parte de la Reserva Natural, se encuentran en un proceso de deterioro evidente, que no escapa ni siquiera al más despistado de los visitantes.

En un entorno geográfico de dimensiones tan reducidas como Formentera, la degradación a la que la propia naturaleza ha sometido a este espacio tras el abandono de la explotación salinera se hace especialmente notoria; puede interpretarse, además, como un síntoma de que el esfuerzo realizado por preservar el medio ambiente de la isla no ha alcanzado a su principal patrimonio y dice mucho de la actitud que todas las instituciones, a pesar de la declaración de Reserva Natural, han mantenido hasta la fecha hacia los estanques y los conductos. La idea merece acabar siendo realidad, pero tendrá que enfrentarse con la propensión de las instituciones a dar mil vueltas en torno a un problema antes de afrontarlo, como ha sucedido, por ejemplo, con el Castillo de Eivissa, como no se deben pagar las deudas con la historia.