Acaban de hacerse públicos los datos del paro reflejados en la Encuesta de Población Activa referentes al último trimestre del año pasado. Si bien, en principio, las cifras son esperanzadoras, los sindicatos temen que el avance del empleo no sea tan firme como pretende el Gobierno y que, en caso de producirse una pequeña crisis económica, miles de puestos de trabajo salten por los aires. El año se cerró con algo más de dos millones y medio de parados, lo que representa el 15 por ciento de la población activa. El dato supone, pues, que 85 de cada cien personas dispuestas a trabajar encuentra un empleo. Nada despreciable, desde luego.

Ocurre, sin embargo, que la media europea se halla en el diez por ciento y en nuestro país ésta es también la tasa del paro masculino, mientras que entre las mujeres el desempleo sube hasta el 22 por ciento. Y ello a pesar de las medidas anunciadas por el Gobierno para favorecer la incorporación de la mujer al mercado laboral sin perjuicio de la vida familiar. A este aspecto negativo de las cifras hay que añadir la altísima precariedad en el empleo recién creado. Si bien tenemos siete millones y medio de españoles con contrato indefinido, todavía hay 3'6 millones que sufren la temporalidad laboral. Todo ello viene a demostrar que estamos lejos todavía de Europa y que mientras los empresarios suman beneficios a un ritmo vertiginoso "la economía española crece por encima del 3 por ciento anual, y la balear, sobre el 5 por ciento", los trabajadores se topan con la precariedad, la temporalidad y los salarios ajustados.

Una realidad que se torna aún más oscura si tenemos en cuenta que entre octubre y diciembre del 99 el paro volvió a crecer. El Gobierno, pese a todo, sigue confiando en llegar al pleno empleo en un «plazo razonable». Ojalá.