Tras todos los procesos electorales llama la atención la
valoración que realizan las formaciones políticas, considerándose
vencedoras sean cuales sean las circunstancias salvo una evidente
debacle. Y, como no podía ser de otro modo, las elecciones
catalanas celebradas ayer no fueron una excepción. El candidato del
PSC, Pasqual Maragall, se consideraba el vencedor en estos comicios
y anunciaba que gobernaría al tener más votos (aunque no escaños)
que Pujol, que, por su parte, se proclamó ganador al ser el cabeza
de la lista que ha obtenido más diputados, dato éste realmente
clave y decisorio.
Pese a lo que se ha calificado de empate técnico, todo apunta a
que la iniciativa está en manos de Pujol. Tiene ante sí varias
opciones: seguir gobernando en minoría, como hasta ahora, o
establecer un pacto nacionalista con ERC, cuyo líder, Jaume Carod
Rovira, hacía anoche una apuesta por un pacto más que improbable
entre CiU, PSC y Esquerra. El líder republicano ponía sobre la mesa
su programa electoral y estaba dispuesto a escuchar propuestas. Lo
que parece improbable es un pacto de gobierno CiU-PP. Pujol es
consciente de que una alianza con los populares sería difícilmente
asumible, aunque no puede descartar que la abstención del PP sea
necesaria en función de cuál pueda ser la opción de ERC.
Habrá que estar pendientes de lo que ocurre en los próximos
días, subrayando la importante bipolarización que se ha producido
en estas elecciones. Si importante es la sexta victoria consecutiva
de CiU, pese a haber perdido votos, también lo es el éxito
electoral alcanzado por la candidatura encabezada por Maragall,
tanto en votos como en escaños. Ahora queda por dilucidar el efecto
que podrán tener sobre los posibles pactos los resultados de las
próximas elecciones generales.
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