El año 2024 se cerró con un grave problema de acceso a la vivienda asequible en Ibiza tanto en venta como en alquiler. Actualmente, los pisos que están construyendo o ya construidos que salen a la venta son a partir de 400.000 euros o de 500.000 euros en adelante, lo que sin duda no es apto para la mayoría de los bolsillos de residentes en Ibiza o ibicencos. Esta realidad ha provocado la expansión de campamentos chabolistas, caravanas e infraviviendas no sólo en áreas cercanas al municipio de Ibiza sino en prácticamente cualquier punto de la isla. Los ejemplos más claros han sido Can Rova, que se desalojó por orden judicial de los dueños de la finca y que a las pocas semanas tenía un nuevo asentamiento en un terreno cercano, y Can Raspalls, en Sant Jordi.

Seguridad

La expansión de los asentamientos en prácticamente cualquier punto de la isla es un problema que se debe abordar con firmeza por parte de las instituciones, pues no se dan las condiciones de salubridad, higiene y, en muchas ocasiones, seguridad. En estos campamentos chabolistas residen personas que tienen trabajo (en muchos casos, durante todo el año) y que no pueden costear con su sueldo un piso e incluso una habitación. A ello se suma que hay quien prefiere residir en estos asentamientos de infraviviendas que pagar 700, 800 euros o incluso 1.000 euros por una habitación y también aquellos que se lucran con la desgracia ajena al hacer negocio alquilando chabolas y caravanas en estos asentamientos.

Medidas contundentes

El Consell d’Eivissa impulsará este 2025 la limitación de entrada de vehículos con la que se busca frenar la entrada de caravanas que se usan como vivienda principal, no para fines turísticos. En paralelo, los ayuntamientos y también la institución insular deben buscar otras medidas que impidan la proliferación de las chabolas por doquier, pues la imagen que se proyecta a nivel interno, nacional e internacional es realmente pésima. De igual manera, se deben redoblar los esfuerzos en la lucha contra los pisos que se alquilan a turistas, una lacra que no deja de crecer y que, sin duda, ha provocado la expulsión de decenas de residentes de los pisos para dedicarlos a fines turísticos pese a que la actividad esté prohibida desde hace tiempo y que ha desembocado en los campamentos chabolistas.