El mercado turístico experimenta, a lo largo de los años, los cambios lógicos en un negocio fluctuante que siempre está a merced de los acontecimientos internacionales. Si hace unos años se abrieron las puertas de Mallorca a una boyante clase media rusa, hoy resulta impensable esa opción y, convertida ya la Isla en el más clásico destino vacacional para media Europa, son ahora los estadounidenses quienes voltean sus miradas hacia aquí. Basta navegar por redes sociales gráficas, como Instagram, para comprobar hasta qué punto Balears está ganando popularidad al otro lado del Atlántico.

La clave de las conexiones

Tratándose de una isla, es casi obvio decir que las conexiones aéreas son la clave para afianzar un destino turístico. El viaje desde cualquier punto de Estados Unidos –mucho más si hablamos de la costa oeste– es largo y por eso establecer vuelos directos resulta imprescindible. Lo hemos comprobado desde que se inauguró la línea aérea que disparó en aquel país el deseo de visitar nuestras Islas. Han sido ‘sólo’ doscientos mil turistas en los ocho primeros meses del año, pero su huella es más que profunda: gastan el doble que británicos o alemanes y han dejado en nuestros bolsillos 517 millones de euros.

Poder adquisitivo

Una de las ventajas de posar la mirada en Estados Unidos es que se trata de un mercado potencial enorme: más de trescientos millones de habitantes. La otra es su capacidad de gasto, gracias a su potente clase media. Así que, quizá, con ellos Balears podría alcanzar la cuadratura del círculo: menos visitantes y el mismo ingreso o, incluso, siendo ambiciosos, menos visitantes –con las ventajas que ello conlleva– y mayores ingresos. Para lograrlo hay que potenciar el sector del lujo, la desestacionalización y garantizar la conexión aérea directa desde distintos aeropuertos de origen en varios puntos del país.