De manera casi inmediata, las sanciones económicas impuestas a Rusia y la guerra en Ucrania están provocando una escalada de precios en los combustibles y los productos agrícolas en los países occidentales, con especial incidencia en la Unión Europea y Estados Unidos. El bloqueo comercial con la Federación Rusa es una de las medidas más severas para tratar de debilitar el régimen de Moscú, pero también tiene unas indudables consecuencias recíprocas que es preciso asumir; aislar a Vladimir Putin requiere un esfuerzo individual y colectivo que se adivina duro y prolongado.
Solidaridad en todos los frentes.
Debilitar a Putin y sus ansias expansionistas obliga a los países occidentales a tratar de ahogar la economía rusa, agotar cuanto antes las posibilidades de financiación de un conflicto que vulnera todos los principios del Derecho Internacional. Cerrar el comercio con Rusia –Estados Unidos ha prohibido la compra de petróleo y gas ruso– tiene serias consecuencias negativas, empezando por la escasez de combustibles, de materias primas indispensables para la maquinaria industrial de occidente y, como factor añadido, la práctica inexistencia de recursos agrícolar y sus derivados procedentes de Ucrania. Con este panorama es inevitabe una escalada de precios que, según los expertos, podría prolongarse durante varios meses.
Buscar alternativas.
Minimizar el impacto de la desconexión económica de Rusia con Occidente no es sencillo, la Unión Europea está buscando alternativas para garantizar los suministros esenciales para garantizar los actuales niveles de productividad, incluso en países como Alemania donde la dependencia rusa es más que notable y que abre cierta incertidumbre sobre su efecto sobre el turismo teutón hace Balears. Esta guerra nos involucra a todos, como sociedad en defensa de los derechos humanos, pero también como ciudadanos.