Entre todos los escenarios posibles con la invasión de Ucrania es probable que el único que ha podido sorprender a Vladímir Putin es el de la unidad de la comunidad internacional en su contra. Hasta el momento no se había producido un grado tan elevado de coordinación en todo el bloque occidental –Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN– para aislar a un país tan poderoso como Rusia. Los propios militares rusos parecen sorprendidos de la resistencia ucraniana, integrada en buena medida por la población civil. Lo que debía ser un conflicto bélico de baja intensidad y corta duración se está convirtiendo en un calvario con miles de víctimas en ambos mandos.
Contundencia occidental.
El impacto de un conjunto de medidas económicas adoptadas al unísono suponen, de facto, el aislamiento de la Federación Rusa, que no logra tejer alianzas fuera de sus fronteras en su acción contra Ucrania. La victoria militar, a la vista está, la tiene descontada Putin a su favor. El problema está en el escenario posterior, cuando se haya culminado la invasión. La determinación del apoyo a Ucrania por parte de la UE no se puede desvanecer de la noche a la mañana, mientras los efectos del bloqueo a Rusia se prolongan en el tiempo. De momento, China se ha negado a dar un apoyo explícito a las ambiciones expansionistas de Moscú. Putin está más solo de lo que podía llegar a imaginar.
Solidaridad y paciencia.
La estrategia para salvar Ucrania está en dar su apoyo a los ciudadanos. El comportamiento de la UE ha dado un cambio radical respecto al pasado y confía en que más pronto que tarde el aislamiento de Rusia erosione el régimen impuesto por Putin. La economía rusa, sin los ingresos de la exportación de los grandes recursos disponibles, es insostenible y los efectos sobre el conjunto de la sociedad son la palanca que puede lograr que este conflicto acabe cuanto antes.