Bloque frágil.
Tras su victoria en las urnas, Sánchez intenta proyectar sin mucho éxito la imagen de un gobierno de coalición sólido y con proyección de futuro, algo irreal entre otros motivos por las disputas internas entre los propios socialistas y las que, a su vez, mantiene con su propio socio de gobierno. En este sentido, los conflictos con Unidas Podemos suelen ser frecuentes y, aunque puedan parecer menores, son de gran calado. Así, el último desplante (o desprecio, según se mire) de Pedro Sánchez a su socio de gobierno ha estado protagonizado, una vez, por las desafortunadas declaraciones en un medio británico de Alberto Garzón, ministro de Consumo, sobre la ganadería intensiva y la calidad de la carne que exporta España. Sánchez ha evitado pronunciarse claramente sobre esta polémica, pero ha quedo patente que los socialistas se desmarcan de Podemos.
Los cambios.
La principal característica del modo de gobernar de Sánchez es su tono lineal, alejado de la estridencia y la radicalidad. Sin embargo, no siempre ha sido así pues ha evolucionado desde posturas u opiniones más extremas a una supuesta neutralidad que, a medida que se acerquen elecciones, presumiblemente mantenga para así evitar polémicas de cara a la opinión pública que le puedan restar votos. Queda por ver cuánto tiempo podrá mantener el gobierno de Pedro Sánchez, y él mismo, esta tendencia lineal, sobre todo en temas tan conflictivos como Cataluña. Los próximos dos años de la legislatura pueden ser muy diferentes.
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