La última encuesta del INE sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares pone de relieve que el comercio on–line ha dejado de ser una cuestión circunstancial y que se ha convertido en un hábito cotidiano. Según la mencionada prospección demoscópica, el 55,4 por ciento de los ciudadanos baleares de entre 16 y 74 años ha efectuado durante los últimos tres meses alguna compra desde un dispositivo electrónico. Un porcentaje que se sitúa por encima de la media del conjunto de regiones españolas y que casi triplica el tanto por ciento de consumidores que optaban por esta modalidad de comercio en 2008, reducido entonces al 18,8 por ciento.

Ampliación de la oferta.
El comercio on–line ha venido para quedarse. Pervive más allá de contextos puntuales que pueden condicionar nuestros hábitos de consumo, tal y como sucedió durante los meses de confinamiento por la COVID–19, o de la dificultad de acceder a determinados productos. El avance en la democratización del comercio electrónico es incontestable. Cada vez son más los ciudadanos que lo integran a su día a día y cada vez mayor los productos incorporados al mercado virtual.El abanico de oferta no se circunscribe ya a bienes exclusivos, sino que se ha abierto hasta a los segmentos de producto de uso eminentemente doméstico y diario.

Una oportunidad de negocio.
Se dirá que el ‘enemigo' del comercio tradicional ha cambiado. Que ya no son tanto los grandes almacenes, como las compras a golpe de clic. Sin embargo, este nuevo hábito en el consumo no debería verse como una amenaza per se. También para el pequeño comerciante es una oportunidad para mantener viejas fidelidades y atraer de nuevas. Máxime entre la clientela más joven. Existen ejemplos de sobra. La clave, como durante la eclosión de las grandes superficies comerciales estriba en la calidad y, no menos importante, la diferenciación.