Los datos de ocupación referidos al pasado mes de julio en Balears suponen un serio punto de inflexión en la evolución de los últimos años, cuya progresión positiva destacaba –y con diferencia– al del resto de comunidades autónomas desde el fin de la crisis. Los últimos indicadores reflejan una clara desaceleración, incluso un retroceso del 0,7 por ciento interanual, en un escenario de desaceleración del conjunto de la economía española. El sector turístico de las Islas acusa, en esta temporada, la competencia de otros destinos que con unos precios a la baja están recuperando parte de la demanda que huyó de la inestabilidad política, económica y de los ataques terroristas que sufrieron hace algunos años.
Moderada preocupación.
Estas nuevas tendencias generan, como es lógico, preocupación empresarial en un contexto político muy complejo. Las incertidumbres que existen, en general, alrededor el brexit no invitan al optimismo. Las puntas crecientes de demanda de los últimos años planteaban serios problemas de sostenibilidad en las Islas, una tendencia que se está moderando pero que también tiene sus consecuencias, tanto en la rentabilidad empresarial como, y así lo reflejan los últimos datos, en cuestiones tan sensibles como en el de la contratación laboral.
Mantener la calidad.
Durante la última década, la oferta turística de Balears ha dado un enorme salto cualitativo y con un más que evidente éxito. Sería un error tratar de entrar en la carrera de precios a la baja en la que, con seguridad, se acabará perdiendo. Túnez, Grecia, Turquía, Egipto, ... disponen de mecanismos propios para abaratar sus ofertas; donde Balears tiene opciones es en el segmento medio y alto de la demanda. Los hoteleros de las Islas han realizado cuantiosísimas inversiones para mejorar toda la planta, tirar por la borda todo este esfuerzo no tiene sentido. Mantener la calma es la opción más inteligente.