El Gobierno ha aceptado incluir en el catálogo de enfermedades profesionales aquellas que son más comunes en el colectivo de las camareras de piso, las autodenominadas ‘kellys’.

Se trataba de una reclamación histórica que ha contado en los gobiernos autonómicos de Canarias y Balears una importante palanca de apoyo. Los agentes sociales, sindicatos y empresarios también han asumido la reclamación de este colectivo, clave en el día a día de la actividad hotelera. Con esta decisión se hace justicia.

Evitar la invisibilidad

La lucha de las ‘kellys’ se ha centrado, en buena medida, en superar su escasa consideración en el entramado del turismo. Otros profesionales –camareros, cocineros, recepcionistas, bármans...– habían logrado el más que evidente reconocimiento del que, inexplicablemente, se marginaba a las camareras de pisos.

Su labor, poco visible, es esencial en la imagen de cualquier establecimiento hotelero, gracias, en buena medida, a un enorme esfuerzo físico y sus inevitables consecuencias en la salud que ahora, por fin, quedan reconocidas en el catálogo de enfermedades profesionales.

La satisfacción del amplio colectivo de afectadas –unas 24.000 sólo en Balears– está más que justificada, pero quedan cuestiones por resolver como la enorme presión que deben soportar, en algunos hoteles, para limpiar y arreglar las habitaciones en muy poco tiempo.

Demasiado tarde

La lógica alegría de ayer no debe hacer olvidar el largo camino que ha sido necesario recorrer para que la Administración asuma una reivindicación incuestionable, que lo único que significa es equiparar las camareras de pisos con el resto de trabajadores de numerosas actividades profesionales.

La falta de agilidad política ha sido clamorosa. Han sido precisos muchos años de presión para que las ‘kellys’ hayan visto homologados sus riesgos laborales, como cualquier otro trabajador. Demasiado tarde.